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Pasantía Japón

JAPÓN: MILENARIO Y VANGUARDISTA

Castillos, palacios, jardines tradicionales, miles de santuarios y templos son parte de las características de un Japón tradicional que se mezcla con densas ciudades contemporáneas que se conectan con el tren bala Shinkansen entre montañosos parques nacionales a los diferentes puntos del país conformado por casi siete mil islas entre sus cinco islas principales: Hokkaidō, Honshu, Kyushu, Shikoku y Okinawa.

El shintoismo es la religión originaria de Japón, ​un culto popular que se basa en la veneración a los antepasados y a los kami o espíritus de la naturaleza, y objetos naturales como el Sol, y es junto al budismo japonés la religión más importante de estas milenarias islas. Por esto mismo la naturaleza juega un rol principal, y es el jardín japonés con sus diferentes ciclos que va enlazado a la arquitectura, el que ha proyectado una identidad ligada a las fuerzas de la naturaleza, al respeto por los materiales, con una sincronizada composición y una elevada espiritualidad que nos permite comprender las decisiones tomadas detrás de sus formas. El arte también refleja la espiritualidad y disciplina propia de tradiciones ancestrales que ha entretejido el pensamiento con su propia visión de la naturaleza. 

Pero junto a los paisajes, jardines y ciudades hay que considerar las estrictas y complejas normas y tradiciones que se relacionan con el comportamiento de los japoneses, y que llaman la atención desde que pisamos tierras niponas. La discreción debe imperar siempre, y sorprende agradablemente que en el transporte público no se hable por celular, no se escuche música, prácticamente no se hable y tampoco se coma o se tomen líquidos. En las calles hay sitios especiales para poder fumar, no hay basureros y sin embargo todo es exageradamente limpio. También llama la atención que es muy mal visto dejar propinas, ya que los japoneses consideran que su obligación es hacer el trabajo bien, porque por eso tienen una remuneración.

Tokio

La actual capital de Japón fue fundada en 1457, con el nombre de Edo, y era el cuartel general de Ieyasu, el primero del clan de shogunes (señores guerreros). El nombre de Tokio, que significa Capital Oriental, se le otorgó en 1868 al ser rebautizada. Una visita panorámica navegando parte de la bahía de Tokio da cuenta de una ciudad verde, llena de rascacielos, siendo el distrito de Ginza la zona comercial más famosa de Japón, con sus amplias avenidas y numerosas tiendas de lujo y cafés. 

La capital, reconocida por sus rascacielos, el comercio y la cultura pop necesita de varios días para recorrerla, conocerla y caminar por sus diferentes distritos, cada uno con características y atractivos especiales. No es difícil moverse por esta enorme ciudad en su complejo sistema de metro, que también nos llevan al mercado de pescados Tsukiji, donde pudimos caminar por sus callejones y probar la infinita variedad de pescados y mariscos que preparan en el minuto, y observar el intercambio comercial de los mayoristas con un respeto, silencio y limpieza al que no estamos acostumbrados. El atardecer desde la conocida Torre de Tokio, nos permitió ver, en un día despejado, el famoso Monte Fuji.

Templos como el de Senso-Ji en la zona de Asakusa Kannon, el Santuario Meiji, el parque Ueno, que alberga varios museos de la ciudad como el Museo Nacional, el Museo de Arte Occidental, el Museo Metropolitano, y el Museo Real. Akihabara, la zona llena de tiendas de electrónica, Shibuya con el conocido cruce peatonal diagonal, Omotesando, el centro de la moda y cultura japonesa, Shinjuku, centro de comercio con una de las estaciones de metro más grandes, Chiyoda con el Palacio Imperial, residencia del emperador y sus jardines, son algunos de los atractivos e imperdibles de esta ciudad con más de 40 millones de habitantes. 

Nikko

Un poco más de dos horas al norte de Tokio, en las montañas de la prefectura de Tochigi, dentro del Parque Nacional Nikko, subiendo las montañas llegamos al lago Chuzenji rodeado de centenarios bosques de colores otoñales. Desde el lago, y desde una altura de 97m cae la cascada Kegon, junto a otras doce cascadas en las que brota el agua a través de numerosas grietas entre la montaña y los flujos de lava.

Nikko cuenta con una serie de santuarios y recintos sagrados ya que creció como un centro espiritual, hasta que el shogún Tokugawa Leyasu lo escogió como el lugar para levantar su propio mausoleo en 1634, en el cual más de quince mil artesanos y carpinteros de todo el país trabajaron en su construcción para reflejar la grandeza y el poderío del clan Tokugawa. Al llegar al santuario, nos recibe una avenida bordeada por 13.000 altísimos cedros que nos lleva a la entrada del recinto al cual hay que acceder por una tori de granito. Varios patios con pagodas, unidos a través de puertas flanqueadas por estatuas de dioses y linternas de piedra nos acompañan por un recorrido en el cual también encontramos el famoso grabado en madera de los tres monos sabios, una biblioteca de sutras, almacenes, fuentes, oratorios y un santuario interior rodeado de un majestuoso y exuberante paisaje montañoso.

Kyoto

En solo dos horas, casi 400 kms al sureste de Tokio, llegamos a Kyoto en el tren bala Shinkansen. La antigua capital de Japón y sede de la corte imperial hasta mediados del siglo XIX cuenta con un rico patrimonio histórico, artístico y arquitectónico, que alberga más de 1.600 templos, santuarios, sepulcros, jardines y palacios además de ser reconocida por sus tradiciones formales, las comidas kaiseki, las maikos y las geishas del barrio Gion con sus estrechas calles y casas tradicionales de madera. 

En el barrio de Higashiyama, en la ladera de una montaña, las calles Sannenzaka y Ninenzaka, también conservan la esencia del Kioto más tradicional y mágico. Estas dos calles llegan al Templo de Kiyomizu-dera, desde donde se obtienen unas magníficas vistas de la ciudad, que nos traslada a épocas pasadas. La ciudad misma está llena de rincones imperdibles como el recorrido por el Camino de la Filosofía, paralelo al canal Shishigatani, que pasa cerca de numerosos templos y que comenzamos a recorrer desde Ginkaku-ji o el Templo del Pabellón de Plata, que se ubica en un precioso jardín japonés con un jardín seco de arena blanca y uno de musgo con riachuelos y estanques hasta el monumental templo Nanzen-Ji. También destaca entre los tantos lugares a visitar, Fushimi Inari-taisha, santuario construido en el siglo VIII sobre una colina, en honor a Inari, la diosa del arroz, y conocido por sus miles de toriis anaranjados que recorren casi 4 kms. y marcan el camino al santuario. 

Kinkaku-ji o Pabellón Dorado, un templo zen que se construyó a fines del siglo XIV, recubierto de oro y se refleja en un espejo de agua. El Castillo de Nijo construido a comienzos del 1600 en los inicios de la era Edo es un antiguo palacio que fue residencia alternativa del Shogún, muestra el esplendor y el declive del régimen shogunato de los Tokugawa y ha sido testigo de algunos de los acontecimientos más importantes de Japón de los últimos 400 años. El santuario Heian o Heian Jingū, famoso por el enorme torii rojo en la entrada, y también el templo Sanjusangendo, con 1000 estatuas de Kannon, la diosa buda de la misericordia, todas hechas a mano de madera y cubiertas con hojas de oro, que se encuentran en el interior del salón de madera más largo de Japón son lugares mágicos e inolvidables. 

Más de 50 variedades de bambú muy bien alineados, de 20 mts de altura, pudimos admirar mientras recorrimos el Bosque de Bambú de Arashiyama puente Togetsuky y varios templos como Tenryu-Ji. Ryoan-ji es un templo Zen que destaca por su misterioso jardín seco, el más famoso de Japón. Este tipo de jardín zen, llamado karesansui, tiene pocos elementos decorativos y lo utilizan los monjes para la meditación. 

Nara

Al sur de Kyoto, Nara nos sorprende con una gran cantidad de templos antiguos muy bien conservados que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, desde el año 1998, formando el conjunto llamado Monumentos históricos de la antigua Nara que fue capital del país en el Japón medieval. Visitamos el Templo budista Todaji con su enorme Buda Gigante, el Templo Santuario Kasuga y otros dentro de un gran parque también conocido por sus ciervos, los cuales circulan libremente entre los visitantes.  

Osaka

Muy cerca de Nara, se ubica Osaka, uno de los puertos y centros industriales más importantes de Japón y la tercera ciudad más grande del país después de Tokio y Yokohama. Originalmente nombrada como Naniwa, y famosa por su moderna arquitectura, su vida nocturna y la abundante y deliciosa comida callejera. La prosperidad de la ciudad se incrementó durante la era Edo, período durante el cual Osaka fue el centro económico de Japón. Uno de los imperdibles de la ciudad es Dotombori, el barrio más animado de la ciudad junto a un canal navegable, con numerosos restaurantes y bares y que se caracteriza por tener un exceso de señalizaciones extravagantes y neones gigantes. Osaka también es conocida por su castillo de fines del siglo XVI, el templo de Shitennoji, los bunraku (teatro de marionetas tradicional), el teatro kabuki, y muchos parques de diversiones. 

Himeji

En la ruta de Osaka a Hiroshima, la detención obligada es Himeji para conocer su castillo de madera de 7 pisos, considerado una obra maestra de la tecnología del siglo XVII por la eficacia de sus sistemas defensivos y ofensivos, y su esbelta torre principal (daitenshu), símbolo de la autoridad y el poder del señor feudal, y que abandonado hace más de 150 años al finalizar la era de los samuráis.

Al lado del castillo de Himeji, en Nishi-Oyashiki, la antigua residencia del oeste del señor feudal del castillo de Himeji, están los jardines Koko-en, un complejo de nueve jardines tradicionales japoneses, cuyo diseño se basó en la disposición original de las residencias y calles que había en esta zona durante el periodo de Edo.  Para dar forma a cada uno, todos diferentes entre sí y separados por muros de barro (tsuiji-bei) con tejas tradicionales en el extremo superior y puertas de madera, los distintos jardines están conectados por riachuelos, cascadas y estanques y mantienen siempre el castillo de Himeji como telón de fondo.

Hiroshima

Un tren nos lleva de Himeji a Hiroshima, ciudad portuaria fundada a fines del siglo XVI, convertida en un centro urbano durante la Era Meiji, y que evoca el bombardeo ocurrido el 6 de agosto de 1945. Su icónico Domo de la Bomba Atómica,  el maravilloso Parque Conmemorativo de la Paz que alberga diferentes monumentos y un Museo de la Paz de tres edificios, incluido un Centro Internacional de Conferencias, conjunto diseñado por el conocido arquitecto Kenzo Tange, nos va mostrando la realidad de los daños provocados por la radiación, los peligros de las armas nucleares junto a los gritos del alma y testimonio de sus habitantes que hoy se simbolizan a través de grullas que buscan crear un mundo de paz. Hoy su principal fuente es la industria de transformación, la producción de automóviles, y numerosas empresas innovadoras que han participado activamente en los campos de crecimiento.

Miyajima

Casi una hora al sur de Hiroshima llegamos Miyajima para cruzar en ferry a la isla y visitar Itsukushima, donde está el monte Misen (el más elevado de la región), que según la costumbre sintoísta de adoración de las montañas, fue considerado sagrado. La isla tuvo una destacada importancia comercial debido a su posición en el mar interior de Japón, un mercado, y un templo budista cerca de la cumbre del monte Misen. Pero destaca el santuario shintoista Itsukushima-jinja, reconocida por su buena conservación ya que constituye un muy buen ejemplo de arquitectura tradicional, integrado en un paisaje natural extraordinario, sobre el agua y con su gran torii. Fue construido probablemente a fines del siglo VI, destruido por un incendio en 1207, y reconstruido a mediados del siglo XIII, conservándose hasta hoy. 

Los santuarios sintoístas delimitan un determinado espacio sagrado (varios edificios con funciones rituales específicas) habitualmente separado del espacio exterior profano. En su entrada hay puertas rituales (torii) señalando el paisaje y el espacio sacro.  En Itsukushima, alineados con el gran torii sobre el agua, los edificios principales son el Honden (edificio principal y santuario), el Haiden (oratorio) y el Heiden (edificio de las ofrendas). Enfrente está el Hirabutai (plataforma ceremonial) donde se realizan las danzas ceremoniales Kagura. 

Hiroshima – Yokohama – Hakone (Gora)

Desde Hisroshima tomamos un vuelo al aeropuerto de Haneda en Tokio, y durante el vuelo, en un día muy despejado pudimos ver las montañas, las mil entradas del mar, y el famoso monte Fuji. Para llegar de Tokio a Hakone, nos detuvimos en Yokohama, la ciudad portuaria al sur de Tokio, que merece una visita por ser conocida por haber abierto Japón al mundo en 1859, después de 200 años de aislamiento. La fusión de cultura oriental con el histórico barrio de Kannai, se mezcla con la cultura occidental en esta ciudad que se abre con amplias vistas al Océano Pacífico.  

Hakone (Gora)

Llegamos a Gora en el distrito de Hakone, enclavado entre montañas en el valle de Owakudani con bosques que en otoño se tiñen de múltiples colores presentes en cada rincón de la región conocida por ser un balneario de aguas termales donde pudimos disfrutar los tradicionales baños ‘onsen’.

La observación panorámica de la región es imperdible desde el teleférico del monte Komagatake donde las fumarolas de sus aguas termales y sus baños se mezclan con las luces del atardecer entre los bosques multicolores del otoño. Navegar por el lago Ashi, tener la posibilidad de ver el famoso Monte Fuji, visitar el santuario Hakoni-Jinja, la reconstrucción de un puesto de control en una carretera medieval, el Hakone Se¬kishoato), y el Museo al Aire Libre con más de 120 esculturas de los artistas más famosos del mundo como Moore, Dalí, Picasso, y una bella escultura sinfónica con vitrales de mil colores.

Con las experiencias de un maravilloso viaje difícil de olvidar que nos llevó a recorrer parte de Japón, volvimos a Tokio, para seguir recorriendo la capital nipona, pudiendo vivir por un lado la tradicionalidad de un pueblo y por otro, su vertiginosa vanguardia en la visita al  Digital Art Museum: teamLab Borderless en el atractivo distrito de Odaiba, al sur-este de Tokio, que es una experiencia que hay que vivir ya que nos invita a explorar y descubrir nuevas sensaciones por nuestra cuenta en un espacio de 100.000m2 donde los efectos que se proyectan en las paredes y el suelo nos conducen por espacios rodeados de flores, plantas, girasoles, mariposas, kanjis, cascadas, luces, icebergs y maravillarnos con la tecnología del siglo XXI.