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Sonia Guerrero, cirujano dentista y docente a los 91 años: “Mi papel en este mundo es la docencia” 

“Mi vocación en este mundo es la docencia, siempre me ha apasionado. Me llena el alma, el espíritu y el corazón”, con estas palabras, Sonia Guerrero, directora del Diplomado en Ortopedia y Ortodoncia de la Universidad del Desarrollo, resume lo que ha sido su vida y su mayor vocación. A sus 91 años, y con 67 de ellos dedicados a la enseñanza, su energía y entusiasmo siguen siendo una inspiración para muchos de sus alumnos. Sin embargo, para ella, no es más que su manera de retribuir todo lo que ha aprendido a lo largo de su carrera, ya que considera que el conocimiento debe compartirse y traspasarse. 

Llegó en 2012 a la Universidad del Desarrollo. No obstante, este año tomó la decisión que será el último, por lo que colgará su delantal y se retirará dando paso a las nuevas generaciones para merecido descanso, que le permitirá dedicar más tiempo a sus hobbies: el tejido y el taichí. “Los estudiantes que han pasado por mis cursos, han sido mejores alumnos que yo. Les dejo mi legado y mi corona con orgullo”, destaca la docente. 

Con el paso del tiempo, la ortodoncista ha visto cómo han cambiado los distintos tipos de tratamientos. Pero al ser consultada sobre si la adaptación a los nuevos métodos ha sido difícil, ella responde que, debido a su trabajo, estuvo en una “constante actualización” haciendo cursos en Chile y en el extranjero. Así, a lo largo de su trayectoria, realizó dos magísteres y un doctorado en Medicina Odontológica en la Universidad de Hamburgo, Alemania, becada por la Fundación Alexander von Humboldt. 

“Me encanta estar en la clínica con pacientes, enseñar a los alumnos, tomar su mano y ayudarlos. Me hace feliz transmitir conocimientos y entregar todo lo que sé. Además, no hay nada más satisfactorio que ver el resultado final en el paciente. Creo que la persona se siente más feliz cuando está sonriendo sin ocultar nada”, comenta Guerrero. 

Pese a todo el entusiasmo que sigue mostrando reconoce que ha llegado el momento de despedirse. «Me da nostalgia y pena dejar de hacer clases. Es por eso que a las siguientes generaciones les recomienda que se sientan felices con lo que hacen tanto intelectual como emocionalmente. eben tener la felicidad de entregar lo que saben, sin pretensiones de recibir”, concluye.